En una sociedad fragmentada, Zigmunt
Baumann habla de la sociedad líquida, pero eso no significa que no haya
más clases sociales, pero sí que no son tan identificables como antes lo
eran. Si la movilidad social hace unos 50 años era algo excepcional,
hoy por hoy se ha vuelto la norma. La idea de clases sociales en el
sentido marxista ya no es tan pertinente para leer la sociedad, lo que
no significa que las relaciones de dominación no existan más, lo que no
quiere decir que la internalización de los habitus ligados al
medio social del que uno viene ya no exista. Pierre Bourdieu ha
analizado la violencia simbólica de las relaciones sociales. Ayer, por
ejemplo, estábamos en la Universidad de Avellaneda y se evocaban las
dificultades que puede encontrar la gente que viene de los medios
populares cuando acceden a la Universidad, su relación con el saber, la
escritura, con los profesores que representan la cultura legítima. Los
complejos de inferioridad y superioridad existen y, en parte, están muy
ligadas a problemáticas sociales. La distancia entre ricos y pobres
crece cada vez más, entonces no hay que creer que porque las clases
sociales ya no son tan fácilmente identificables no es por eso que han
desaparecido las relaciones de dominación y la dimensión social y
simbólicas que esas relaciones de superiores e inferiores, clases altas y
bajas, la gente bien educada y mal educada sigue existiendo. Por eso
imaginé la idea de que la lucha de clases fue reemplazada por una lucha
por los lugares.
En un contexto en el que la cultura del
alto rendimiento, la excelencia no pasa sólo por la familia, sino por
los medios de comunicación, nos arrastra a la idea de que para tener
éxito en la vida hay que poder realizarse, desarrollarse como las
estrellas, los campeones de fútbol, las personas que tuvieron éxito. Hay
una especie de demanda, muy individualista y narcisista, que dice que
para ser reconocido hay que ser emprendedor de su propia vida. La idea
imperante es que a los que les va bien es porque tienen talento. Por el
contrario, a los que les va mal es porque no supieron realizarse, no
supieron desarrollar su capital humano. Para la ideología de gestión,
con la que se manejan las empresas, el yo de cada individuo se convirtió
en una especie de capital que hay que hacer crecer. Eso es una
ideología individualista, capitalista, que se va internalizando con la
idea de que hay que ser rendidor en la escuela para llegar a los mejores
lugares en las empresas de mayor rentabilidad y las mejores posiciones.
Esa es la lucha por los lugares y eso es lo que moviliza a los
individuos, y lo hace caer en una trampa, que es la igualdad de
oportunidades: la idea de que es el talento el determinante esencial de
la existencia humana. Ahí hay algo muy interesante para un sociólogo y
muy inquietante para un ciudadano, una especie de carrera de cada
individuo para tratar de hacerse un lugar en la sociedad y ser
reconocido. En las grandes empresas internacionales se ve hasta qué
punto es destructiva la lucha por los lugares, la competencia
generalizada, la búsqueda insaciable de reconocimiento. Pero nunca habrá
satisfacción para ello porque es una ilusión narcisista. Yo trabajé
sobre este tema, sobre el sufrimiento en el trabajo, una causa de
malestar entre la gente.
La gente invierte parte de sus ingresos y
de su tiempo en nuevas tecnologías que son al mismo tiempo un formidable
instrumento de emancipación y de alienación. Me acuerdo siempre del
gerente de una empresa que me decía: “Estas nuevas tecnologías son
geniales porque soy libre para trabajar 24 horas”. Lo cual es la
paradoja más grande que existe. Hoy ya no hay movimientos sociales en
términos de grandes manifestaciones que hagan la revolución pero vemos
movimientos de estudiantes u otros en los que las redes sociales juegan
un papel importante en términos de creatividad, inteligencia colectiva,
etc. Allí está lo mejor y lo peor en pero es uno de los elementos que
contribuyó a desestructurar a la sociedad en términos de clases para
construir una sociedad de los individuos, pero al mismo tiempo una
sociedad, móvil, líquida, fragmentada, donde hay toda una parte en la
que no se sabe qué es real y qué es virtual. Es una sociedad a la vez
real y virtual. Entre el ser del hombre y el de la sociedad aparece esta
esfera virtual de comunicación y relación que las tecnologías permiten y
que está globalizadahttp://ssociologos.com/2014/01/15/la-neurosis-de-clase-existe-la-igualdad-de-oportunidades-no-existe-imponen-desafios-y-no-estamos-preparados/
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