Durante el siglo XX, comienza a instalarse el desencanto de la humanidad. El ideal
del progreso indefinido a través de la ciencia y la tecnología, el ideal de unid
ad y
universalidad de la historia y de la razón humana, quedan cuestionados. Los
grandes relatos de la modernidad, que brindaban las claves universales para
pensar los fenómenos singulares, han entrado en crisis y aún no han sido
sustituidos por otros, gen
erando un vacío. La modernidad da lugar a un nuevo
momento de la cultura a la que Lyotard ( 1991) denomina “condición posmoderna”.
En este contexto, van surgiendo nuevas subjetividades, con la consiguiente carga
de angustia y ansiedad que ello conlleva. En
la actualidad, es común escuchar
malestares, efectos donde la imagen, lo instantáneo, el aislamiento, lo universal
han borrado el valor de la palabra, las diferencias, las identidades. Se busca el
cuerpo perfecto y con el auxilio de la industria farmacéut
ica, las cirugías, las
dietas, la buena imagen y la juventud pueden prolongarse, borrando con ello las
marcas del paso del tiempo. El imperativo es detener los signos de la vejez, y con
ello, diferentes productos del mercado prometen la fuente de la etern
a
6
signos del paso del tiempo que quedan impresos en el cuerpo parecen imponerse
victimizando sobre todo a las mu
jeres.
Los gerontólogos sostienen que uno de los duelos más severos de enfrentar en la
vejez, consiste en la percepción de no ser objeto de deseo por parte de los demás.
Pero esta condición no es semejante para varones y mujeres, sino que se aplica
con may
or peso a estas últimas. En ellas, los ideales centrados en la seducción, la
belleza corporal y la juventud son, según Irene Meler, atributos necesarios para
sentirse femenina y obtener el amor y reconocimiento del hombre. A la pérdida de
los atributos cor
porales y las consecuencias que ello puede acarrear, se le suma
que este cuerpo ha experimentado el cese de la capacidad reproductiva y perdería
aún más su valor social. Frente a esto podría advertir que ha comenzado a dejar
de ser mirada lo que llevaría a
generar desestabilización.
Así como en la mujer el mayor peso gira entorno a la imagen corporal, en el varón
se centra en las pérdidas relacionadas a la sexualidad. En el “ser viej@” y en “lo
más feo de envejecer...”, se registra una frecuenta de 8 y 16 re
spectivamente en
el varón, mientras que en la mujer, no hay registro de frecuencia (Ver Tabla 3). En
ellos, surgen expresiones tales como
“no poder tener sexo ”, “su sexualidad se
acaba ”, “es querer y no poder ”, “es perder las ganas de hacer el amor ”, “
es dejar
de ser viril”, “perder la sexualidad del joven ”, “perder la capacidad sexual
No hay comentarios:
Publicar un comentario